Catalina Infante. Foto de La Tercera

¿Qué leer? “Todas somos la misma sombra” de Catalina Infante

Arte y Cultura libros
Un libro sutil y fuerte a la vez, donde las verdades fluyen en mitad de una frase cualquiera, impactando al lector que, rápidamente, se hace parte de la historia.

Todas somos la misma sombra (Neón Ediciones) es el primer libro de cuentos para adultos de Catalina Infante. Con anterioridad escribió “La tierra en el cielo: lecturas de mitos chilenos sobre cuerpos celestes” , “Aventuras y orígenes de los pájaros” y “Hazañas y grandezas de los animales”(Catalonia) junto a Sonia Montecinos, una trilogía dirigida a niñ@s y jóvenes que tuvo una buena acogida por parte del segmento elegido. Pero este texto es otra cosa.

Los cuentos de Todos somos la misma sombra tienen un gancho especial, una honestidad que nos hace pensar en que, aunque hay variedad de voces narrativas, existe una continuidad que nos hace un guiño. De esta forma nos deja con la duda sobre si son o no relatos autobiográficos, si es sólo ficción o si los relatos son fragmentos de una novela. Todo está relacionado con lo femenino, su búsqueda, su espera, su pérdida y su reinvención, cuando es posible.

Cuando la autora utiliza la primera persona, como en “La Isla”,La novela que nunca escribí” y “Todas somos la misma sombra“, los cuentos más logrados a mi parecer, el lenguaje surge aún más vivo y no sólo hace que el relato avance con rapidez sino que convierte al lector en un espectador cercano de cada una de las historias, uno que traspasa la platea y se instala para apoyar al protagonista.

Este libro está lleno de detalles, frases y pensamientos que se vuelven un espejo para el o la que lea detalladamente. Es una especie de diario, donde podemos encontrarnos también. Hay mucho de emoción en este libro, mucho sentimiento honesto. Por eso nos identificamos, por eso es altamente recomendable. No sólo para el verano, sino para todo el año.

“Borré todos los nombres propios de todas las personas que aparecen en tu novela. También las fechas, los nombres de los pueblos, las bases de ataque, los modelos de las armas, los párrafos donde contextualizas los conflictos. Borré los diálogos directos y los modismos y las exclamaciones. Pasé un paño húmedo por encima de todas las engorrosas páginas. Quedó solo un hombre callado y triste. Pegado a la arena. Armado y mudo.”

Fragmento de “La novela que nunca escribí”

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