Los jefes

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Marcia Hurtado* define, con algo de humor, su experiencia con distintos tipos de jefes. Más de alguno te será conocido

Santiago, Chile.- Con casi veinte años de ejercicio laboral (uff, se ve terrible al escribirlo, toda una caída de carné), uno ya puede darse cuenta de cierta fauna que existe en los trabajos. Una clase pudiente, que muchos envidiamos, pero a la que quisiéramos llegar alguna vez, siempre con el discurso de que “yo no lo haría así”. Me refiero a los nunca bien ponderados jefes.

Como decía, al tener hartos años de recorrido laboral, hay razas de jefes que te marcan para bien o para mal. En honor a todos ellos va esta columna:

La “mina”: No necesariamente de género femenino, el término “mina” es un concepto que paso a explicar. Casi siempre es joven y destacado/a en sus estudios, un alumno brillante que llega precedido de esa fama al trabajo. Se siente valorado y muy bien considerado. Tiene un discurso del jefe buena onda, amigo de sus empleados, “si aquí somos todos iguales”, ¡pero craso error! No pensar ni por un segundo que te considera su igual.

La persona “mina” , si es mujer, se rodea de personas igualmente capaces que ella, tal vez igual de brillantes, pero con una gran salvedad, son bajitas, o un poco rellenitas, como decían nuestras abuelas “un poco alejaditas de la mano de Dios”. Así la “mina” destaca no sólo por su intelecto, sino que además por su facha. ¡Ay de ti que resaltes más que ella!, estarás automáticamente en su mira y hará todo lo posible por sacarte de allí, eres una amenaza y, como tal, debe anularte y finalmente eliminarte del mapa. Casi siempre lo logra.

El “inepto”: Es ese jefe que nadie sabe qué diantres hace ahí, cuando lo cierto es que lo más probable es que sea tío, sobrino, primo del amigo del vecino de. Llega de manera misteriosa, o con bombos y platillos, anunciado por un Jefe Mayor. Puede asumir dos actitudes: la del “buena onda” que llega reconociendo su ignorancia en el tema específico, pero con muchas ganas de aprender (si se topan con ése, ¡felicidades!, vayan a jugarse un Loto o un Kino porque están de suerte), son escasísimos; o lo más esperable es que les toque “el divo”, ése que no sabe nada de nada y está ahí a disgusto, porque el tema no le interesa en lo más mínimo, y sabe que está ahí para pagar favores políticos. En ese caso es común ver a profesiones tan disímiles como Ingenieros administrando programas sociales (sin desmerecer a ninguno de los dos, pero pastelero a tus pasteles, ¿o no?)

El “galán”: No hace falta explicarlo…

La “yegua”: Esta es la más peligrosa, porque existen de varios tipos, pero todas igualmente letales.

  • La yegua loca: Simpática, extrovertida, pero “ligera de cascos”, lo que hace que sus compañeras y subalternas no le tengan mucho aprecio. A veces se asume que llegó a su puesto no precisamente gracias a sus méritos académicos

 

  • La yegua a secas: Maltratadora, miradora en menos. Puede tener algunos rasgos de ”mina”, anda siempre muy arreglada. Se caracteriza por ser un poco explotadora, y llevarse los créditos por pegas que generalmente no hace. Se desaparece cuando más se le necesita y sus subordinados deben apechugar. A veces se aprovecha de su buen aspecto para obtener beneficios.

 

La erudita: Es esa que lo sabe todo, todo, todo. Le gusta hablar en difícil porque cree que así parece más interesante. Maneja conocimientos, pero no necesariamente es inteligente. Frecuente es escucharla diciendo “yo no veo tele porque atrofia la mente” y así mantiene su imagen de intelectual. Te mira con cara de desprecio y lástima si no argumentas cada una de tus frases citando a algún autor. Pobre tonta debe pensar. Si te encuentras a una erudita / mina, corre por tu vida!

Sólo como dato que aporte a la causa, me han tocado todas estas joyas.

Y  uds. con cuántos de éstos especímenes se han topado?. Recibo sus comentarios a ver si hacemos una 2° parte.

Marcia Hurtado* es asistente social, mediadora familiar y cuentista

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