Cuzco en dos patadas

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Perú- No estuvimos diez días como algunos recomiendan, ni seis meses como yo hubiera querido. Contábamos con poco tiempo, así que lo hicimos en dos patadas: visitar Cuzco nos tomó apenas tres días.

Llegamos un miércoles al mediodía, nos instalamos en una pensión barata, aunque cálida y segura – una casa hospedaje a tres cuadras de la Plaza de Armas – y fuimos a almorzar a una de las tantas pizzerías de la calle Procuradores.

Para bajar la comida, caminamos bastante. estuvimos en la Catedral, paseamos por las sacsayhuamaninmediaciones de la Plaza, una fotito en la piedra de los doce ángulos, y llegamos a la Plazoleta de San Blas. La tarde nos regaló un sol maravilloso con cielo azul y nubes blanquísimas, lo que hizo que disfrutáramos más la caminata. De regreso, en el cruce de la calle Choqechaka y la Cuesta de San Blas, nos cruzamos con una llama que nos miró con indiferencia, como preguntándose: y éstos de donde salieron.

Cuando la tarde ya casi moría llegamos a Koricancha y al filo de la puesta de sol alcanzamos la fortaleza de Sacsayhuamán, desde donde contemplamos el crepúsculo. Llevábamos linternas (sabio consejo de una guía turística) así que nos quedamos un buen rato en la explanada, en plena penumbra, divisando una ciudad ya iluminada con apariencia de enjambre de luciérnagas anidando en el ombligo del mundo.Koricancha

Volvimos a la Plaza de Armas, que ofrecía el espectáculo cautivante de la Catedral y la Compañía de Jesús en versión nocturna, y cerramos la jornada en la discoteca Blue Planet.

Al día siguiente, temprano, nos fuimos a Pisac, a la feria primero, a las ruinas después. Seguimos camino a Ollantaytambo y luego a Chincheros. Nos tomó todo el día, fue agotador, pero valió la pena. De noche estuvimos en uno de los tantos pubs que ofrece la ciudad, se imponía un trago para “revitalizar” a dos turistas muertos de cansancio que exigían recuperar fuerzas.

machu-picchu

El último día lo cerramos con broche de oro: Machu Picchu. Bien temprano a la estación, en vagón dominado por franceses aunque tuvimos de compañeros de asiento a una pareja muy agradable y conversadora de Vermont, lo que hizo entretenido el lento correr del tren. Luego de algunas horas llegamos a esa maravilla que enorgullece al mundo. Con un toque de huachafería, pero henchido de peruanidad me puse mi chullo y anduve por la ciudadela en plan de gringo deslumbrado por tremendo esplendor. Le tomé foto a cada rincón y luego trepamos al Huayna Picchu. La cosa se puso interesante cuando en pleno ascenso empezó a llover. Las rústicas escaleras de piedra eran un jabón, aunque al parecer ese ciempiés rojo con el que nos cruzamos ya estaba acostumbrado porque ni se inmutó.

De regreso en Cuzco nos dimos una vuelta por la discoteca Mamma Africa. La verdad es que el cuerpo ya no daba, pero era la última noche y había que cerrar el viaje con diversión.

Fueron tres días intensos, aprovechados al máximo.

Si se cuenta con poco tiempo pero con organización, Cuzco se puede conocer… en dos patadas

Alvaro Balerdi

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