Valparaíso y su fotógrafo

colaboraciones Columnas Fotografía Valparaíso

Sergio Larraín y su mirada profunda de Valparaíso,  tema de un análisis, tan preciso como poético, del escritor Mario Valdovinos para CafeVirtual

¿Qué desentrañó del puerto Sergio Larraín que  no hubieran hecho, por los mismos años, el cineasta holandés Joris Ivens en su documental Valparaíso (1963),  Joaquín Edwards Bello en sus crónicas y Lukas en sus Apuntes porteños?

Una fotografía, gran aporte de la Revolución Industrial, es una inmanencia de revelación, que llega a producirse, una epifanía en la mente del observador. Hay fotógrafos que estereotipan y mitifican, suelen hacerlo los dedicados a la moda, las modelos y los famosos; en cambio, Roberto Michel, el protagonista del cuento Las babas del diablo, de Julio Cortázar, descubre con su cámara el acto de corrupción de un menor y Thomas, el personaje del film Blow Up de Antonioni, devela un crimen…

Entonces, ¿qué ocurre con Larraín?

Por biografía era un pituco, los cuicos de antaño,  un observador en un mundo que desconocía: el mundo real. No retrató a su clase social, a sus padres, a los empresarios, a los ministros ni a los senadores. No, lo hizo con la gente de a pie, con los marginales y transeúntes, con los niños vagos, más de 20.000 por las calles de Santiago en los años 50 y 60, con los bailarines al borde del abismo en el burdel Los siete espejos  del puerto, los que se zarandeaban al compás de las contorsiones de la época, el Twist del esqueleto y el Rock del mundial; los amores turbios destinados al suicidio en la Piedra Feliz, y también las parejas llenas de esperanza. Larraín lo sabía, en todas partes hay seres que esperan asomados a las ventanas  y aguardan en calles, forman una multitud de residentes en el país de los sueños, abundante en equinas. Hacia ellos apuntaba su Leica. Nunca fue inquisitivo como fotógrafo, ni menos invasivo, no era un reportero ni un corresponsal que cubriera eventos bélicos, como Robert Capa. Merodeaba, esperaba la llovizna, las sombras, la luz derramada sobre el puerto, componía en su mente el encuadre, la composición del rectángulo, y obturaba.

Se producía el milagro.

Empleó la fotografía como un modo de redención, con algo de mesiánico, los niños vagos del Mapocho, mostrar su abandono y la indiferencia social,  para hacerlos visibles y posibilitar que alguien los rescatara. Así fue, lo hizo el padre Hurtado y el Hogar de Cristo. Las imágenes obtenidas son su modo de ascender. Quien entiende el arte como una salvación individual antes que para vender algo,  libros, música, esculturas o cuadros, lo cumple para limpiar su alma, como decía el poeta Jorge Teillier, y para salvar a otras que se asomen a su mundo.

Valparaíso, el libro

En su libro Valparaíso, Ediciones Xavier Barral, París, 2016, Larraín reproduce  aquello que lo animó para fotografiar el puerto: recodos, perros, calles, encrucijadas, gatos, seres solitarios. Todo en blanco y negro, una opción estética indiscutible que melancoliza algo que ya, en colores, lo es. En su origen era un proyecto con Neruda, ya habían hecho Una casa en la arena, Lumen 1966, pero no lograron entenderse, apenas un feeling básico para sacar el proyecto adelante. El comentario  del poeta fue: Era un niño complicado que andaba más preocupado de recoger conchitas y algas que sacar fotos de la casa. De esta manera, el libro aparece con el hermoso texto El vagabundo de Valparaíso, escrito por Neruda y después parte de sus memorias, Confieso que he vivido (1974).

Tuvo una confidencial primera edición, Editions Hazan, París, 1991, que incluye el texto de Neruda, donde habla sobre él y su relación con el puerto, las diferencias con Santiago y personajes representativos y extravagantes de la vida porteña. Incluye 38 fotos de Larraín. La edición actual, que comentamos, trae 118 imágenes, obtenidas entre 1952 y 1992, y una disposición y diagramación como las quería el fotógrafo, basadas en un portafolio artesanal realizado por Larraín, incluyendo una especie de bitácora de sus viajes interiores, que incluyen textos relativos a  la paz espiritual, la meditación, el abandono del mundo, el rechazo a la pulsión materialista, todo aquello que condensó en los años finales de su retiro en Ovalle, consagrado a lograr la luz interior y a recibir, tal vez en el instante final, el flash de Dios  sobre su cuerpo.

  1. nov. 1917.


También te puede interesar:

https://www.cafevirtual.cl/musica-chilena-en-la-plaza-creaciones-del-2017/

 

https://www.cafevirtual.cl/la-ultima-vedette-se-presenta-en-diciembre/

https://www.cafevirtual.cl/escuela-musica-suzuki-chile-abre-cupos-talleres-estimulacion-temprana/

 

 

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *