Todas queríamos ser Edith Aron, La Maga

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Julio Cortázar inmortalizó la imagen de La Maga y el mundo salió a buscarla

Santiago, Chile.- No conozco a mujer, amante de Cortázar, que no haya soñado con encarnar a ‘La Maga’ o haber sido la musa que lo inspirara. Pero sólo una tuvo el honor, la verdadera, Edith Aron.

La Maga nació en el Sarre, un pueblo que alemán que limita con Francia. De origen judío, emigró junto a su familia a la Argentina, poco antes de la Segunda Guerra Mundial. En 1950 vuelve a Europa en barco donde conoce a Julio Cortázar. Ella tenía 23 años.

“Yo estaba en tercera clase, no pasaba nada demasiado interesante y, de pronto, vi a un muchacho tocar tangos en el piano. Una chica italiana con la que compartía la cabina me dijo que me miraba y que como era tan lindo, por qué no iba a invitarlo a nuestra mesa. Pero estábamos sentadas con gente muy rara, el mozo era muy viejo y no me animé” contó , a los ochenta años, en una entrevista al diario argentino La Nación. Se volverían a encontrar en Paris muchas veces (tal como la Maga con Oliveira). La primera vez, como no, la casualidad los reunió en una librería.

“Cortázar me reconoció también, e intercambiamos unas palabras. Nos volvimos a cruzar en el cine, viendo Juana de Arco. Luego, en los Jardines de Luxemburgo. El estaba muy influido por los surrealistas, que creían que las coincidencias eran algo importante, así que me invitó a tomar algo, me leyó un poemita y hablamos de amigos comunes en Buenos Aires.”

Y así continuó la historia y ella, como el personaje, tomó la decisión equivocada en el momento justo.

“Cierta noche Cortázar me dijo que Aurora (Bernárdez, la traductora que en 1955 iba a convertirse en la mujer del escritor ) vendría a pasar fin de año a París, y me preguntó qué era más importante para mí, Navidad o Año Nuevo. No sé por qué le dije que Año Nuevo, que Navidad la iba a pasar con mi papá. Cuando nos volvimos a ver, él había pasado Navidad con Aurora y se había decidido por ella. Fue sólo al perderlo que me di cuenta de que lo quería”.

El daño

A pesar del dolor de la pérdida, Edith siguió siendo amiga de Cortázar y Aurora, pero, como confesó en la misma entrevista, se sintió usada por él tras el éxito de la novela. Posteriormente, con la publicación de una carta de Julio dirigida a Paco Porrúa ( “No necesito decirte quién es Edith, vos lo habrás adivinado hace mucho, ¿verdad? Entonces, ¿vos te imaginás Rayuela traducida por ella? (…) En Rayuela, te acordás, la Maga confundía a Tomás de Aquino con el otro Tomás. Eso ocurriría a cada línea…” ) el daño sería mayor y surgió la rabia. Cuando volvieron a cruzarse y él intentó retomar su historia, ella ya no creía en la casualidad, no quiso verlo más.

¿Qué tanto habrá pesado en él no haberla elegido? ¿Habrá sido el personaje más fuerte que la persona? ¿Cuántos de sus sueños posteriores estuvieron ligados a la Maga verdadera? Habrá que investigar más o quedarse con algunos atisbos poéticos de la relación como este fragmento que, no por ser tan conocido, deja de seguir abriendo puertas.

“Querida Edith: No sé si se acuerda todavía del largo, flaco, feo y aburrido compañero que usted aceptó para pasear muchas veces por París, para ir a escuchar Bach a la Sala del Conservatorio, para ver un eclipse de luna en el parvis de Notre Dame, para botar al Sena un barquito de papel, para prestarle un pulóver verde (que todavía guarda su perfume, aunque los sentidos no lo perciban).
Yo soy otra vez ése, el hombre que le dijo, al despedirse de usted delante del Flore, que volvería a París en dos años. Voy a volver antes, estaré allí en noviembre. ( … ) Pienso en el gusto de volverla a encontrar, y al mismo tiempo tengo un poco de miedo de que usted esté ya muy cambiada, ( … ) de que no le divierta la posibilidad de verme. ( … ) Por eso le pido desde ahora y se lo pido por escrito porque me es más fácil ( … ) que si usted está ya en un orden satisfactorio de cosas, si no necesita este pedazo de pasado que soy yo, me lo diga sin rodeos. ( … ) Sería mucho peor disimular un aburrimiento. ( … ) Me gustaría que siga siendo brusca, complicada, irónica, entusiasta, y que un día yo pueda prestarle otro pulóver.”

Mary Rogers G


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