Che, la foto de un muerto

Columnas Historia

A 50 años de la muerte del “Che”, el escritor Mario Valdovinos nos guía por la historia, dibujando el contexto donde surgió y forjó su trascendencia el mítico personaje

En uno de los estantes de mi biblioteca mantengo una fotografía que tomé, hace años, de una revista. Aparece la cara del Che, muerto, en la escuela de La Higuera, Bolivia. Fue ejecutado por el sargento Mario Terán, que obedecía órdenes superiores, y transportado en helicóptero a Vallegrande, donde el cadáver se exhibió a la prensa, después le cortaron las manos y fue enterrado en un lugar secreto, hallado a fines del siglo XX. En la foto tiene los ojos abiertos, brillantes y sin vida, pero reflejan la quietud de quien se marchó del planeta tras haber cumplido una misión, quizás autoimpuesta, una especie de redentor de la justicia social, el líder mesiánico que señalaría un camino a Latinoamérica y la fundación de un hombre nuevo. Se decía así, de manera machista, un hombre nuevo, sin mencionar que se requería también a una mujer nueva y sin considerar, como hoy, que hay  más de dos géneros,identidades y preferencias en materias sexuales, en absoluto un detalle si hablamos de una revolución que cambiaría las raíces e iba a establecer un nuevo orden universal.

El origen

El personaje, literario por donde se le mire, había nacido en una familia que podía costearle a su hijo estudios de medicina,carrera que Ernesto Guevara de la Serna cumplió con intermitencias pero de manera responsable, si bien antes de ejercerla se dedicó a recorrer el continente dos veces, en moto y a dedo, de la Patagonia a México, hay un film al respecto, Diarios de motocicleta. Fue su viaje iniciático. Eran tiempos de Guerra Fría, capitalismo, alienación, sociedad de consumo; y socialismo, vida militante, pletórica de ideales, entre ellos la revolución universal. ¿Sería todo tan simple y tan claro? Había que cambiar la economía, la política, las relaciones de poder, la cultura y los seres humanos, nada menos, pues todo aquello era anacrónico. Pronto se desencadenarían la revolución cubana, la aparición de The Beatles en la cultura popular, el hippismo que socavaba a su manera los cimientos de una sociedad inhumana y basada en el éxito económico; en el cine la Nueva Ola francesa, mayo del 68, la revuelta de los estudiantes franceses que tuvo eco en los jóvenes chilenos, en tiempos en que la globalización no se conocía, con la toma de la Universidad Católica;  llegó un Nobel para Neruda, en 1971, surgió el Boom de la literatura latinoamericana, Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa, Donoso, no se incluían mujeres en la lista; Allende ganó la elección presidencial en 1970, elecciones, alucinaciones, vientos de revolución, de banderas rojas y negras, al mismo tiempo de romanticismo y de poesía, de música y de paz. Da la impresión que no veíamos, por extenso, el panorama envuelto en una vaga llovizna sangrienta que terminaría por cubrirlo todo y echar por tierra tamaño castillo, con el advenimiento en el Cono Sur de las dictaduras militares y la desaparición forzada de personas.

La guerrilla

Tras conocer a Fidel Castro en México,abordar el Granma para desembarcar en las costas de Cuba y organizar la guerra de guerrillas que tumbaría al tirano Fulgencio Batista, un sargento corrupto ascendido a jefe del gobierno títere, sostenido por los norteamericanos, parece estar probado que el Che ejecutó personalmente a prisioneros acusados de ser delatores o torturadores, fue ministro del gobierno socialista, intentó crear un foco guerrillero en el Congo, donde fracasó, y terminó por marcharse de la Isla. De paso fundó una épica, una revolución victoriosa demostraba que la vía armada era posible para terminar con el peso de la noche colonialista.

El Che era un aventurero ilustrado y de impactante presencia mediática, el atuendo, el cabello, la barba, la boina con una estrella roja, la ingenuidad. Un evangelista de la revolución, tan dogmático y sectario como todos sus acompañantes, pero con un rasgo que lo hacía trascender e hipnotizar a las masas: su consecuencia.

Era un médico con tendencias literarias, gran lector y escritor, aquejado de asma, pero las crisis respiratorias no lo eximían de los inacabables deberes de un combatiente. Cuando estuvo en Bolivia y a los guerrilleros se les acababan los víveres, les compraban a los lugareños un animal, pagándoselos en dinero boliviano, si bien los campesinos aceptaban el pago veían al grupo insurreccional como a extraterrestres. Se sabe hoy, por medio de documentos desclasificados, que la CIA había ubicado al comandante y a su grupo e infiltraron a un agente, Félix Rodríguez, además los campesinos los sabían invasores y no dudaron en entregarles información a los Rangers del ejército boliviano, presidido por el general René Barrientos, para que fueran detenidos. Guevara era un escritor revolucionario y un literato de la revolución, como pedía Cortázar, instalado en París. Lo prueban las abundantes imágenes que lo muestran, en plena selva boliviana, con su pipa, subido a un árbol, escribiendo su Diario de campaña y leyendo pasajes de uno de los libros que llevaba en su mochila de guerrillero, el Canto General de Neruda. Es probable que haya subrayado en la sección Alturas de Macchu Picchu el famoso verso: Sube a nacer conmigo, hermano.

Trascendencia

Lo demás es historia conocida y ahora que ha transcurrido medio siglo desde su muerte, ocurrida el 8 de octubre de 1967, es posible hallar numerosos documentales y reportajes televisivos sobre su proyecto revolucionario, biografías y ensayos de ciencia política, que no soslayan su frustración en el Congo y su simpatía por China cuando Cuba vivía de la Unión Soviética. En su momento, la muerte del Che desencadenó en los intelectuales de América Latina una lluvia de publicaciones, culpas, elegías, homenajes, remordimientos. Escribieron sentidos poemas Benedetti, Gelman, Roque Dalton. Lo mismo en la música, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Víctor Jara, Carlos Puebla. Su muerte sacudió todo.

Cortázar en su poema Yo tuve un hermano, dijo con sus erres arrastradas:

Yo tuve un hermano

Que iba por los montes

Mientras yo dormía

Y en Chile Enrique Lihn, un militante de la disidencia, escribió:

Cómo ingeniárselas para enterrar un mito,

Y en un agujero de Bolivia que cicatrice rápido

Y Gonzalo Rojas en Octubre ocho:

Bueno es regar con sangre colorada el oxígeno

Aunque después me quemen y me corten las dos manos

Y Nicanor Parra en su célebre artefacto:
Para serte sincero, hasta tu estrella me parece dudosa, comandante, sin embargo, se me caen las lágrimas.

En los días de viento veraniego abro la ventana de la biblioteca y desde el estante donde está la foto del Che muerto se viene al suelo su imagen, junto a otros vestigios de esa época.

Y a mí se me caen las lágrimas.


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